viernes, 10 de marzo de 2023
TRANSMISIÓN LIVE 04-03-23 INTRODUCCIÓN
La influencia de los padres en la identidad de los hijos e hijas
El papel de los padres en la formación de la identidad de sus hijos es mucho más profundo de lo que se imagina.
La identidad de los hijos e hijas recibe la influencia de agentes internos, los lutos, que se refieren a las pérdidas definitivas de sus lazos con la infancia. Pero no son solo los agentes internos que influencian la identidad de los hijos e hijas; hay agentes externos muy importantes, entre los cuales los padres son sumamente relevantes.
Los padres tienen el papel primordial en la adquisición de la identidad, pues desde la más tierna infancia son las figuras que ayudan a configurar el mundo interno de cada persona, determinan gran parte de nuestros modelos de vida y nos pasan los ideales de cultura en la cual nacemos y crecemos. Resulta difícil separarse de ese mundo interno constituido tan temprano en la vida y que será el fundamento para futuros desarrollos, sobre ese modelo se construye a identidad”.
De modo que “cuando los padres o madres están ausentes, omisos, o simplemente no cumplen con sus responsabilidades socio-familiares, van deteriorando el ego de sus hijos. Faltan para ayudar a completar esa estructura fundamental que es la identidad.” Todavía, los hijos muchas veces no se identifican con los padres; por el contrario, se rebelan contra ellos, rechazando su dominio, valores y orientaciones sobre particularidades de la vida. Este rechazo es necesario para “separar su identidad de la de sus padres y de la necesidad desesperada de participar de un grupo social”.
Esto implica afirmar que “la presencia externa, concreta, de los padres, comienza a ser innecesaria. Ahora, la separación de estos no solo es posible, como necesaria. Las figuras parentales están internalizadas, incorporadas a la personalidad del sujeto, y este puede comenzar su proceso de individualización… El adolescente tiene que dejar de ser a través de los padres para llegar a ser él mismo " O sea, él no puede simplemente ser una copia de los padres; tiene que ser él mismo.
Y para conseguirlo necesita de cierto distanciamiento, para finalmente ser él mismo. Eso, claro, puede asustar a los padres, pues puede parecer que el hijo o hija, ahora adolescente, no ama a los padres ni a la familia. Pero no es verdad. El distanciamiento psíquico es sólo circunstancial y necesario y hará del adolescente un ser único, auténtico. Y, mientras esto sucede, los padres deben demostrar cariño, atención y comprensión, así como deben evitar “invadir” su privacidad. En el momento oportuno el hijo o hija “volverá” a los padres.
Las actitudes y la postura de los padres pueden ayudar o entorpecer la formación de la personalidad del hijo o hija, rumbo a la madurez. Los padres exigentes y punitivos, aunque sin querer o saber, terminan formando hijos impulsivos y hasta agresivos, por el hecho de no trabajar conceptos o valores internalizados. A su vez, los padres afectivos y comprensivos favorecen en los hijos la formación de una personalidad sociable y autocontrolada.
La psicóloga Elizabeth Hurlock destaca el impacto de los padres en las diversas áreas de la vida de los hijos: mental, social, moral y vocacional.Su salud mental, por ejemplo, es influenciada por la estructura familiar, así como por el papel que él ocupa en ella. Dependiendo de cómo tratan los padres al primer hijo, puede ser más o menos optimista y motivado y puede vivir más o menos seguro, por el temor de ser desplazado del espacio que ocupa o por la tranquilidad de saber que, aun siendo el primero de dos o tres hermanos, tiene el espacio garantizado en su composición familiar.
En el aspecto social, si el hogar y los padres son bien ajustados, el hijo o hija tiende a ser social-mente exitoso, haciéndose popular entre los amigos y aun entre los adultos. De esa manera, se comunica mejor, evita la rebeldía social y valoriza el sentimiento gregario.
En cuanto al aspecto moral, un hogar equilibrado y maduro es ambiente propicio para el desarrollo de un hijo o hija de buen comportamiento, con esquemas firmes de carácter.
Por otro lado, hijos que crecieron en hogares psicológica-mente desajustados, se caracterizan por demostrar mal comportamiento intencional, así como actos de agresividad y delincuencia.
En la cuestión vocacional, el hecho de que un hijo o hija convive en un hogar equilibrado y participativo le permite desarrollar actitudes de cooperación y sentido de utilidad. Eso se transforma en cuidado por la elección profesional y amor por el ejercicio del trabajo elegido.
TIPOS DE PADRES
Padres negligentes
ofrecen a los hijos pocas reglas y límites, así como dan poco afecto y se integran poco en sus actividades y en sus vidas. Dan la impresión de que hay cosas más importantes que educar a los hijos; ellos piensan que los otros (escuela, iglesia, los propios hijos, etc.) deberían hacerlo. ¿Y cuáles son los resultados? Los hijos de padres negligentes tienden a cultivar las siguientes percepciones:
(Como ave que vaga lejos del nido es el hombre que vaga lejos del hogar.
Proverbios 27:8 (NVI))
(Proverbios 10:4
Pobre es el que trabaja con mano negligente, mas la mano de los diligentes enriquece.)
“Yo no tengo valor, y por eso nadie cuida de mí”.
“Si nadie cuida de mí, entonces nada vale la pena, nada tiene importancia”.
“Si mis padres no se preocupan por mí, seguramente no hay nada por lo que valga la pena preocuparse”.
El gran problema que causan los padres negligentes es que sus hijos también son negligentes en sus relaciones, llegan a ser descuidados o agresivos con las personas. En muchos casos, los hijos de padres negligentes piensan que el dolor del otro no importa; o sea, no importa el problema del colega o amigo. No tiene sentido el dolor del otro, pues no tiene sentido el propio dolor. En síntesis: “Los hijos abandonados tienden a abandonarse”.
Dicho en otras palabras, “hijos de padres negligentes tienden a ser negligentes consigo mismos. Ellos crecen con una sensación de tener poco valor y con alguna frecuencia aprenden a herirse a sí mismos, sea con notas bajas, enfermedad o mal comportamiento. Es la única forma de recibir algún cuidado”.
Así como los negligentes,
Padres permisivos
ofrecen pocas reglas y límites a los hijos; pero, a diferencia de aquellos, dan bastante afecto a los hijos y se integran mucho en las actividades. Esto de por sí puede parecer algo bastante positivo, y de hecho lo es. Pero infelizmente no es solo positivo. Sucede que padres permisivos terminan demostrando otra forma de negligencia: aunque afectivos, ellos son irresponsables y poco participativos cuando se trata de llamar la atención de los hijos, o cuando se trata de dejar que los hijos sufran las consecuencias de sus elecciones. Los padres están siempre listos para sobre-proteger a los hijos. Eso provoca el sentimiento de fragilidad en el hijo, dándole la impresión de que no tiene capacidad de enfrentar nada solo: papá y mamá siempre tienen que actuar. Eso hace que los hijos sean inseguros, tristes, provocando una incómoda baja autoestima.
DAVID, EL PADRE PERMISIVO:
- David fue el extremo contrario a Saúl como padre. Mucho amor, mucho afecto, muchos regalos y nada de disciplina.
- David se negó a corregir a sus hijos, incluso a llamarles la atención o hablarles sobre lo que hacen mal. (1 Reyes 1:6)
- Como resultado, sus propios hijos se levantaron en armas contra él aun cuando estaba viejo y enfermo. Causaron mucho dolor a su padre y a la nación. (1 Reyes 1:5)
Padres autoritarios
“ofrecen muchas reglas y límites, pero poco afecto y poca participación en la vida de los hijos”. Podemos caracterizar a estos padres como man-dones, autocríticos y, a veces, dictatoriales. Padres autoritarios “creen que saben de todo y que su experiencia y papel los autoriza a no necesitar dialogar, negociar o dar valor al otro Quieren imponer su deseo a los hijos”. Por tener poca disposición para el diálogo, estos padres conocen poco de sus hijos, los cuales crecen sin sueños o intereses personales.
Por ser severos, demasiado exigentes, estos padres pueden desarrollar hijos perfeccionistas, siempre insatisfechos consigo mismos: sus errores, sus fallas comunes; al mismo tiempo, esos hijos pueden ser intolerantes con otros.A los padres se les instruye para que eduquen a sus hijos en la crianza e instrucción del Señor (Efesios 6:4). Algunos padres, al intentar hacer esto, se vuelven dominantes y excesivamente controladores. Temerosos de que sus hijos cometan errores, algunos padres mantienen un control demasiado estricto sobre sus hijos, provocando a menudo que estos se rebelen. Aunque la Biblia no se refiere directamente a los padres dominantes o controladores, sí ofrece algunas pautas para ayudar a los hijos y a los padres a crear relaciones saludables.
Una de esas pautas es la sumisión mutua. La sumisión es un tema recurrente en todo el Nuevo Testamento (Efesios 5:21). En la iglesia y en el hogar, la sumisión mutua a las necesidades y deseos de los demás es el fundamento de unas relaciones sanas. Cuando los miembros de la familia practican la humildad unos con otros, las conversaciones sustituyen las discusiones. La comprensión sustituye a la ira. Cuando se educa a los niños desde la infancia y se les enseña con dulzura y coherencia, el padre no necesita ser autoritario. La relación se ha establecido. Padre e hijo pueden superar los desacuerdos y las hormonas de la adolescencia sin mayores problemas. Sin embargo, si el padre se rige por el miedo desde los primeros recuerdos del niño, no hay una relación de confianza en la que se pueda construir.
Los hijos deben obedecer a sus padres, incluso cuando son autoritarios o controladores (Efesios 6:1; Colosenses 3:20). Hay que dar honor a los padres, independientemente de si lo merecen o no (Éxodo 20:12; Mateo 19:19). Ahora bien, cuando los padres son sabios y humildes, el hogar es un invernadero saludable para producir futuros adultos sabios y humildes.
esta escena en un hogar con un padre dominante o controlador:
Papá: ¡Ve a tu habitación y límpiela perfectamente, o estarás castigado durante seis meses!
Niño: ¡Eres odioso! ¡Me escapo!
Papá: ¡No me vas a contestar! Ahora estarás castigado durante un año y te quitaré todos tus aparatos electrónicos.
Niño: Lo limpié el sábado. Mamá dijo que estaba bien.
Papá: Bueno, yo no soy mamá, y digo que lo limpies de nuevo.
interacciones den un buen resultado. Empiezan con ira y terminan con ira. Sin embargo, veamos esta escena en un hogar donde la sumisión mutua ha sido modelada por los padres:
Papá: Tu habitación parecía bastante desordenada cuando pasé por ella hace un momento. ¿Cuándo fue la última vez que la limpiaste?
Niño: El sábado. Mamá dijo que estaba bien.
Papá: Puede que estuviera bien el sábado, pero parece que te has divertido mucho desde entonces. ¿Qué tal si vas a recogerlo de nuevo y yo lo reviso antes de ir a comer pizza?
Niño: No veo por qué tengo que volver a limpiarlo si ya lo he limpiado.
Papá: Porque soy tu papá y te amo. Es mi trabajo entrenarte para que seas responsable con todo lo que Dios te ha dado. No te llevará mucho tiempo. Apuesto a que puedes tenerlo bonito en cinco minutos. ¡Vamos! Te voy a cronometrar. ¿Listo? ¡Adelante!
La diferencia en esos casos es la actitud del padre. En el segundo ejemplo, en lugar de ser autoritario y controlador, el padre aborda la situación de su hijo con franqueza y humildad. Un padre humilde se relaciona con su hijo para lograr sus objetivos. Aprovecha todas las oportunidades para enseñar y modelar el comportamiento correcto, y el niño se da cuenta rápidamente de quién está al mando. Cuando los padres son un modelo de respeto para sí mismos y para sus hijos, éstos aprenden a imitar ese respeto. En lugar de utilizar la fuerza y la presión para controlar las acciones de sus hijos, los padres humildes utilizan la lógica y la coherencia para formar la mente de sus hijos.
Padres ideales participativos
Los padres ideales son los padres participativos: “imponen reglas y límites, pero también dan mucho afecto y se involucran directamente en la vida de los hijos”. ¿Y cómo lograr ser un padre y madre ideales? Probablemente el secreto esté en el diálogo. Fundamentados en un diálogo maduro, estos padres explican a los hijos el porqué de las decisiones tomadas. Son firmes y claros en las explicaciones, y al mismo tiempo demuestran preocupación por los hijos, pues no consideran pérdida de tiempo dedicar minutos o hasta horas a la exposición de razones a los hijos.
Esta actitud demuestra que los padres participativos no confían en que la suerte determinará la felicidad presente y futura de la familia. No. Ellos asumen el timón del hogar como verdaderos capitanes, y están dispuestos a encarar los desafíos, con tal que puedan atravesar seguros los mares de la educación familiar.
Estas son algunas características de padres participativos:
Padres participativos no se quedan negociando las notas de los hijos en la escuela; conversan con los profesores, sí, pero en lugar de solo exigir una postura diferente de la escuela, exigen que sus hijos tomen el estudio en serio. Y les señalan el mejor camino para lograrlo.
Los padres participativos no solo les dicen a los hijos que esto o aquello está equivocado; van más allá; les dicen cuál es el comportamiento esperado, enfocan la postura correcta y no resaltan la postura equivocada.
Los padres participativos son amorosos y afectivos y al mismo tiempo firmes y disciplinan a sus hijos. Toman en serio el texto bíblico de Efesios 6:4, donde el apóstol Pablo presenta las responsabilidades de los padres hacia sus hijos.
Paternidad y Maternidad un desafío sagrado
Efesios 6:4 afirma: “Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor”. Si por un lado la primera parte del versículo deja claro que no debemos ser opresivos, abusivos y descuidados con nuestros hijos, la segunda parte del versículo aclara que la vida familiar no es un circo ni un picnic, y tampoco una colonia de vacaciones. En la familia cristiana no todo es fiesta, carcajadas y juegos. En la vida familiar debe haber disciplina y amonestación.
La segunda parte del versículo citado es un aviso a los padres sobre la seriedad de la paternidad y de la maternidad, pero es también un mensaje indirecto a los hijos sobre lo que deben esperar de sus padres. Es verdad que los hijos deben esperar que sus padres los protejan, los ayuden, que estén siempre presentes, demostrando cariño y comprensión. Pero es también verdad que los hijos deben esperar que sus padres sean firmes, rígidos y que no dejen de lado las cosas equivocadas que los hijos comentan. Una familia según el corazón de Dios es una mezcla de cuidado y protección, junto con disciplina y amonestación. Porque si en la familia no se encuentran esos dos componentes, los resultados serán de tristeza aquí en la Tierra, con efectos irreparables para la eternidad.
Es nuestro mayor anhelo poder ser puente de bendición para cada material expuesto a la audiencia radial y comunidad cristiana o secular ,
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